Sirvan estas fotografías en recuerdo a todos aquellos
mexicanos y mexicanas que intentaron dejar atrás su
propia Luvina, se embarcaron en el sueño americano y
también en él encontraron miseria, cenizas y olvido.
Las imágenes fotográficas que conforman el siguiente proyecto fueron realizadas en
el Holy Hope Cemetery en Tucson (Arizona) en mayo de 2022 durante mi estancia
de investigación en el Center For Creative Photography.
El escritor Gabriel García Márquez ya avisó en uno de sus textos que una persona no
tiene raíces hasta que tiene un cementerio al que regresar. Mis raíces están
encaladas en Adra, un pueblecito pesquero almeriense. Sin embargo, de algún modo
extraño, estas se expanden a través de la aridez de su paisaje, del calor frente a las lápidas a la orilla del Mediterráneo, siempre al compás de las chicharras, donde
anida la tristeza, lejos del olvido.
Esta incapacidad de florecer de entre las raíces me lleva constantemente hasta el
origen, un punto de partida que, en realidad, siempre va conmigo. La voz de todos
los muertos habita en la Luvina de Juan Rulfo. Este es el lugar, el paisaje y la
arquitectura inacabada que se diluye y que, a su vez, se dibuja una y otra vez.
Este cementerio en Tucson es una de las muchas ensoñaciones que revelan su atlas
imaginario. Estas fotografías, en diálogo con las palabras del propio Rulfo, son el
cuento de una canción triste con sabor a tequila y cielos anaranjados que suena en
mi cabeza sin cesar, como las sirenas de un oasis que existe, que me invita y que yo
no alcanzo porque éste… siempre seré yo.