Esta botella realizada en arcilla blanca, fue creada con un torno alfarero, siendo originalmente una bola de barro. Después de modelada y cuando la arcilla tenía dureza de cuero (parcialmente endurecida y aún con cierto grado de humedad) se crearon marcas en la superficie con una rejilla de alambre y un objeto de plástico.
Se aplicó un engobe negro (mezcla de barro y óxidos de manganeso, cobalto y hierro) y se dejó secar. Una vez seca, se raspó la superficie para quitar el engobe de la capa exterior y dejar llenos únicamente los orificios creados anteriormente.
Se horneó a 950º C, luego se esmaltó con un vidriado transparente y sometió nuevamente a cocción por segunda vez a 980º C. A modo de analogía, se establece una relación entre la botella de cerámica y nuestro planeta.
La botella representa a la Tierra, la materia prima de la primera proviene de las entrañas de la segunda. El plástico (contaminación), el hierro (industrialización) y las raspaduras (tala y desmineralización) dejan en la botella marcas y cicatrices como las que sufre la Tierra que es constantemente contaminada y maltratada.
Se le realizan profundas heridas en su corteza, siendo también despojada de su “piel” por efecto de tala de árboles y extracción de minerales. El plástico con el que se han hecho las huellas en la botella es un gran contaminante y un gran problema hoy en día.
A pesar de todo esto, la Madre Tierra (Amalur) sigue siendo un contenedor noble y amable para todos nosotros.