El relato: Anahita se sitúa entre dos ríos: el de dentro y el de fuera. En su día a día, no es por ellos agua lo que corre. Lo que por ellos corre son sus habitantes. El río de fuera tiene un aspecto feo; triste; abandonado… Es un gran lecho de piedras estériles entre las que se abre hueco una escasa y pobre vegetación.
Sus muros son de hormigón gris, “decorados” con pobres pintadas de rápida ejecución, que recogen mensajes de descontento o de amor. El río de dentro es todo lo contrario. Es un largo jardín bonito, alegre y perfectamente cuidado; con puentes preciosos construidos y conservados a lo largo de la historia.
Por el de fuera, los habitantes de Anahita “corren” a gran velocidad en sus vehículos a motor. Corre la adrenalina que genera la conducción; las prisas y la ansiedad por llegar tarde al trabajo, a la compra o a llevar a los niños al colegio.
Corre la desidia; el malhumor; la rutina diaria… Corre la desesperación por no poder correr; por ser tantos los que corren que atascan su carrera. Por el río de dentro, la carrera es diferente.
Los habitantes corren a pie, sin que, a p a r e n t e m e n t e , haya un porqué en sus carreras. Por aquí, corren las endorfinas; el afán de superarse a sí mismo. Corre el interés por sentirse bien, en forma, y por olvidar que, hace apenas unas horas, los que corrían por el río de fuera eran ellos mismos.
Es tan grande la necesidad que sienten los habitantes de Anahita de correr, que, en su mayoría, no son capaces de parar. Sin embargo, aquellos que lo consiguen descubren lo verdaderamente importante de este río y se deleitan con este pulmón verde que atraviesa la ciudad; con la belleza de sus palacios; los estanques con sus músicas y con la alegría de los más pequeños en las ferias y columpios.
Disfrutan del aire puro que les golpea en el rostro al circular por él en bicicleta; de las improvisadas pachangas de fútbol entre amigos; de los besos robados del primer amor adolescente o de la suave brisa marinera de Levante.
No se puede decir que el aspecto de un río sea más verdadero que el del otro. Ambos lo son y, tan solo unas pocas horas separan a los habitantes de Anahita de lo que corre por estos dos ríos.
Características de la pieza:- Tipología: Broche- Materiales: Neumático, plata oxidada, acero, pintura de espray- Técnicas: Segueteado, ensamblado, soldadura, microfusión, patinado ypintado.
- Dimensiones en milímetros (alto X ancho X grueso): 120x 70 x 18 mm. Descripción del proyecto: Tratamos de entender la “vida” de las urbes observando sus infraestructuras, desarrollo y planos, pero también analizando el día a día de sus habitantes y los detalles que le otorgan su propia identidad.
“La ciudad y el agua” relaciona la joyería con la literatura mediante la creación de una serie de 5 broches basados en 5 relatos de autoría propia, inspirados en estilo prosístico del libro de Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles.
La serie interpreta la vinculación de mi ciudad, València, con el agua. Para el diseño y ejecución de las joyas se han utilizado materiales alternativos, metales nobles y estructuras y formas que reflejan los conceptos y evocaciones presentes en los relatos.
Estudio histórico: El río es una de las infraestructuras que más personalidad, para bien y para mal, le dan a València. La capital del Turia pasó, en los años 60, de tener un cauce del río a tener dos y, ambos, secos.
Tras la última riada en 1957, se planteó la posibilidad de desviar el cauce del río para evitar futuras catástrofes. La propuesta aceptada fue la del Plan Sur, desarrollada en 1961 por los ingenieros Antonio García Labrandero y Juan Sancho-Tello: un gran canal de unos 12 kilómetros de longitud, desde la localidad de Quart de Poblet, en el azud del repartiment, hasta el mar, a la altura de Pinedo.
Es evidente que, en los últimos tiempos, la concienciación por el paisajismo, la ecología, la sostenibilidad, el cambio climático y la ciudadanía es mucho mayor que en los años 60, donde la dictadura denostó este tipo de preocupaciones.
Ejemplo de ello podría ser la escasa sensibilidad que se mostró con los afectados por las expropiaciones de los terrenos o la proyección que se planeó en el Plan General de Ordenación Urbana de 1967, con la construcción de una autopista que circulase por el viejo cauce, con tres carriles en cada sentido.
Un proyecto que quedó desestimado. En 1988, gracias a la presión ciudadana, dentro del nuevo PGOU, se proyectó la construcción de un “gran pulmón verde” que atravesase la ciudad, por el que diariamente circulan miles de vecinos y visitantes.
Los tiempos cambian y, al igual que se evitó la construcción de una autopista por donde hoy disfrutamos del mayor espacio público de la ciudad, son esperanzadoras las noticias que, en los últimos años, surgen sobre la idea de aprovechamiento del nuevo cauce del río.
La misma proyecta convertir el río en un tramo más del parque natural del Turia que conecte con el parque natural de la Albufera. Siempre, sin perder la perspectiva de cuál es su función principal, que es la de la evacuación de agua ante la posibilidad de que aumente la frecuencia de más episodios de lluvias torrenciales.
Un proyecto ambicioso y complicado, pero que, bien elaborado, puede otorgar un salto de calidad a la ciudad y reparar, en parte, el daño causado por la falta de tacto que se tuvo en su día en la ejecución del conocido como Plan Sur.