Marella, la ciudad de espaldas al mar (la ciudad y el agua)

Carlos Casas Rico

El relato: Entre Marella y el mar existe una muralla misteriosa. Una franja de tierra que nadie se atreve a habitar. Durante años, el mar atrajo a la costa próxima a la ciudad grandes sorpresas; algunas buenas y otras no tanto, lo que hizo que sus habitantes, cautelosos, le dieran la “espalda al mar”.

Atrajo a viajeros llenos de sabiduría que ayudaban a mejorar y enriquecer la ciudad; pero también a terribles piratas que saqueaban y destruían todo a su paso. Atrajo la llegada de ricas lluvias, acompañadas de fértiles limos; pero también devastadoras plagas, cargadas de enfermedades contagiosas que ponían en peligro a sus habitantes.

Un día, los vecinos de Marella consiguieron conocer el secreto que guardaba la temida franja de tierra. Bajo ella, se escondía una especie de imán de grandes dimensiones con tanta fuerza magnética, que atraía sin criba todas las bondades y miserias llegadas del mar.

Conocer el misterio les aportó la tranquilidad necesaria para destapar parte de aquel metal imantado, que consiguió atraer hasta la costa perfectos prismas metálicos con importantes maravillas de todo el mundo.

Tantas llegaron que, rápidamente, se corrió la voz y los habitantes de otras ciudades se interesaron por adquirirlas. Así, día tras día, el ir y venir de los prismas generó una gran ruta de caravanas de transporte.

Una caravana tan larga y continua que parecía una muralla construida entre Marella y el mar. Este hecho hizo que se reiterara la idea de que los vecinos de la ciudad “habían dado la espalda al mar”.

Después de unos años, los habitantes decidieron enterrar aquella muralla móvil que los comunicaba con el mundo y los incomunicaba con sus vecinos marineros. Construyeron nuevos caminos más anchos y sacaron a la luz más parte de aquel imán para atraer nuevos prismas.

Aun así, los nuevos caminos no fueron suficientes y los prismas empezaron a acumularse, formando una montaña que llegaba hasta la playa y amenazaba sus tierras de cultivo; esas que sus antepasados “ganaron” con mucho esfuerzo y tesón.

Los prismas ya no solo contenían maravillas de todo el mundo, también llegaban cargados de viajeros curiosos atraídos por el imán. Así que, los habitantes,ante el riesgo de perderse en una gran montaña de prismas, decidieron acumularlos en la mitad de su costa, abandonándolos a su suerte, y embellecer de la mejor manera posible la otra mitad.

Para ello, construyeron grandes avenidas, plantaron palmeras, abrieron restaurantes con los mejores manjares; proyectaron espectaculares muelles donde atracar fascinantes embarcaciones y embellecieron sus playas de arena y aguas limpias… Tan bella hicieron esta nueva parte de la costa que, si la observabas atentamente, parecía pura ficción.

Y es que así es Marella, una ciudad que se crea sus propias trampas, intentando resolver las que le preceden. Sus habitantes, cansados de escuchar que daban la espalda al mar, ahora han decidido ponerse de lado.

Características de la pieza:- Tipología: Broche- Materiales: Plancha oxidada, plancha lata espray, imanes, acero- Técnicas: Segueteado, plegado, ensamblado y barnizado- Dimensiones en milímetros (alto X ancho X grueso): 117x77x47 mm.

Descripción del proyecto: Tratamos de entender la “vida” de las urbes observando sus infraestructuras, desarrollo y planos, pero también analizando el día a día de sus habitantes y los detalles que le otorgan su propia identidad.

“La ciudad y el agua” relaciona la joyería con la literatura mediante la creación de una serie de 5 broches basados en 5 relatos de autoría propia, inspirados en estilo prosístico del libro de Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles.

La serie interpreta la vinculación de mi ciudad, València, con el agua. Para el diseño y ejecución de las joyas se han utilizado materiales alternativos, metales nobles y estructuras y formas que reflejan los conceptos y evocaciones presentes en los relatos.

Estudio histórico:València es una ciudad de origen fluvial, pero siempre ha estado conectada al mar Mediterráneo. Fue fundada por los romanos en una isla, bajo la protección de dos brazos del río Turia.

Su conexión marítima fluye a través del río, que era navegable en sus últimos kilómetros. La inexistente protección natural, la presencia de terrenos inundables (marchales, albuferas, humedales.

) y una costa excesivamente arenosa dificultaban a muchas poblaciones del territorio -entre las que se encontraba València- la construcción de un puerto. Tal como informa el historiador Diez Arnal en su artículo “Puerto de Valencia”, a pesar de las dificultades que conllevaba vivir junto al mar, se tiene constancia de la presencia de pequeños núcleos poblacionales en la zona, en época musulmana, alrededor de un precario embarcadero.

Tras la reconquista de València (1238), Jaume I concedió a la ciudad la carta puebla, dándole el nombre de Villanueva del Mar de Valencia, a la que otorga privilegios a los que se quisieran asentar, fortificando además el poblado.

Todo esto da entender el interés en crear un puerto seguro desde el que controlar el tráfico de mercancías y el comercio. Según se describe en la web oficial del puerto de València (www.

valenciaport. com), es en 1483 cuando el Rey Fernando el Católico expide a favor del caballero Antoni Joan para construir un embarcadero de madera y, con él, empieza el origen del puerto valenciano.

A pesar de que la ciudad no contaba con un puerto natural, lo que dificultaba la fluidez del trasporte vía marítima, a lo largo del siglo XV, València consiguió convertirse en un punto importante para el tráfico comercial y la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo.

Este esplendor fue decayendo un siglo después, cuando empezaron a tomar importancia las rutas comerciales con América y Sevilla se convirtió entonces en el centro neurálgico del comercio.

A partir del siglo XVIII, es con un nuevo auge de la industria de la seda y el comercio directo con América cuando comienzan las obras del puerto, germen de la edificación actual.

Desde ese momento, en el puerto valenciano se llevan ejecutando obras de mejora, pero no será hasta el siglo XIX cuando se cuente con unas instalaciones adecuadas. En el siglo XX, el crecimiento de la actividad portuaria y ampliaciones fueron constantes; tanto en el frente marítimo hasta llegar al nuevo cauce del río, como en las intervenciones por las que se le va “ganando” espacio al mar; lo que le ha llevado a que, hoy día, el puerto de València goce de una posición estratégica y de liderazgo entre los puertos comerciales del Mediterráneo en el tráfico de contenedores.

Y es que, a pesar de la pandemia mundial de la Covid que paralizó en buena parte el mercado mundial, las últimas cifras oficiales del tráfico de contenedores denotan que, en 2020, se ha conseguido cerrar el año con unas cifras prácticamente iguales a las de 2019.

Tal como informa el periodista Salvador Enguix en La Vanguardia (21 de enero 2021) “En el peor año económico de la última década, el Puerto de València, gestionado por la sociedad Valenciaport, gestionó durante 2020 un total de 5.

428. 307 contenedores y 80. 882. 224 toneladas de mercancías. Este dato supone que, a pesar de los efectos de la Covid, se igualaron los tráficos del ejercicio precedente; que fue récord histórico.

La mercancía general en contenedor ha cerrado el año con 63,26 millones de toneladas, un 2,49% más que en 2019”. Otro acontecimiento que ha realzado el puerto de València en los últimos años ha sido la celebración de la Copa América, modificando su estructura tradicional con la creación de un espacio para la competición deportiva y para embarcaciones de recreo: la Marina Real.

Por otro lado, la conexión de València con el mar ha estado siempre presente. Es, a partir de la construcción de una infraestructura consolidada (Villanueva del Mar), cuando surge en su entorno la presencia de población hasta llegar a lo que se conoce como los poblados marítimos; hoy día barrios integrados en la ciudad (Nazaret, Pinedo, Grao, Canyamelar, Cabanyal y Malvarrosa).

El crecimiento de València hacia el norte y el este, y el del puerto hacia el sur, nos lleva, en el último siglo, a encontrar diferentes planteamientos e ideas para conectar y aproximar la ciudad con el mar.

Proyectos como el de Casimiro Meseguer, en 1883, fueron avalados por el político y escritor Vicente Blasco Ibáñez que escribiría en la revista El Pueblo (1901): “es conveniente llevar a cabo el proyecto de bulevard desde el antiguo jardín del Real a los poblados marítimos.

Valencia tendrá un nuevo paseo, una verdadera calle moderna, semejante a la avenida del Parque de Bolonia de París, o la Castellana de Madrid, y la parte más extrema del Cabañal se uniría a la ciudad por un camino más corto”.

Las líneas ferroviarias de la avenida Serrería dividían los poblados marítimos y el resto de la ciudad. Un hecho que, a día de hoy, todavía sigue presente en el Barrio de Nazaret, uno de los más marginados, que también se vio afectado por la ampliación del puerto, lo que le hizo perder su playa.

Actualmente, este barrio se encuentra “atrapado” entre las vallas y contenedores del puerto; las líneas de ferrocarril y el único tramo del cauce viejo que no ha sido reformado e integrado en el jardín del Turia.

En el 2020, se retomaron las obras de la línea de metro/tranvía que conectará al barrio con el centro de la ciudad, aunque todavía queda pendiente buena parte de su ejecución. Otras reformas más actuales y no exentas de polémica han sido desarrolladas, como el dotar de sentido único a la avenida del Puerto, mientras que algunas, como el intento de ampliación de la avenida Blasco Ibáñez derribando gran parte del Barrio del Cabanyal, se ha conseguido paralizar.

Nacido en 1977 en València, ciudad en la que resido actualmente. De formación técnica, realizo estudios de ingeniería industrial. A nivel artístico me intereso de forma autodidacta por la escultura, la cerámica y la fotografía.

En el año 2016, ingreso en la Easd València donde realizo mis estudios de joyería y me intereso por la joyería contemporánea como disciplina para expresarme desde ese momento. La creatividad es algo que me ha acompañado desde la infancia.

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