Los trabajos que muestra Malús Arbide en Narata han sido realizados en los últimos meses y en buena medida siguen abiertos aún a nuevos desarrollos, de forma que esta exposición es ante todo una parada en el camino, un momento de detención, observación y distancia respecto al estudio y el trabajo diario.
En ellos la artista ha dejado aparcados momentáneamente los anteriores ejercicios sobre la inestabilidad perceptiva de la imagen, orientados a hacer explícito el acto de contemplación y se ha adentrado en una nueva serie que recupera los mecanismos de la representación y las técnicas de lo visible.
Sin embargo, mantiene una constante característica de su trabajo: una visión ortogonal, alejada y cartográfica y, simultáneamente, una extraordinaria proximidad al motivo como imagen microscópica, molecular.
Esta ambigüedad de la distancia produce la consiguiente ambigüedad de lectura: estamos ante algo conocido que se ha hecho extraño o bien ante algo desconocido que aparece como familiar.
Sigue interesada en acercarse al motivo, observarlo con la máxima atención, desmenuzar su estructura, como una científica sin rigor científico pero dotada por compensación de una sensibilidad extremadamente rigurosa.
De manera que esas estructuras de madera o el óxido del acero que ahora presenta no son tanto la transcripción de un mundo conocido de antemano, sino un proceso de descubrimiento que surge en el trabajo.
Debido a ello, imágenes que comparten una configuración lineal semejante dan lugar a resultados tan diferentes: en alguna de las piezas la madera parece germinar o retorcerse, en otras se mueve aceitosa como un magma, en otras se diría que hierve, mientras que en alguna más, de tonalidades verdosas o azuladas, se apacigua como en un plácido estanque: la diversidad de lo próximo, la cara oculta de lo cercano que se muestra cuando es sometida a un proceso de análisis en profundidad.
Estos efectos visuales se obtienen a través de un proceso altamente depurado de medición del color, la escala, la cercanía al motivo, el formato, la dirección del pattern y también de un riguroso gesto pictórico.
Aparentemente sencillas, cercanas, casi hogareñas, con su recurso al motivo familiar de la madera, resultan simultáneamente extrañas, sugerentes e incluso inquietantes: un viaje al país de Woodenland; son el resultado de una escrupulosa manipulación pictórica de algo que creíamos conocer.
Y también, como ocurre a menudo con el trabajo de Malús Arbide, estos ensayos de representación tienden inmediatamente a abandonar el formato cuadro y convertirse en tejidos libres de bastidor o en objetos autónomos.
La artista presenta algunos prototipos en los que el efecto de extrañamiento de la superficie de madera se multiplica al ser impresos en piel y confeccionados como bolsos: un complemento perfecto para ese viaje a Woodenland.
Francisco Javier San Martín. Historiador y crítico de arte.